Hace algún tiempo os hablábamos de la primera persona de la que se tiene constancia que decoró su propia piel con dibujos similares al concepto que tenemos actualmente de los tatuajes -que no es otro que Ötzi (o también conocido como “el Hombre de Hielo”)-. Pues bien, hoy os contamos cuál fue, oficialmente, la primera máquina de tatuajes.
Pero antes de nada, un consejo: nunca llaméis “pistola” al “sagrado instrumento para tatuar” de un artista del tatuaje. Si te vas a poner en sus manos, siempre será mejor que no se enfade…¡Su felicidad será la tuya!
Durante miles de años, el arte del tatuaje no necesitó de las máquinas de tatuar para desarrollarse. Antes de la aparición de las máquinas de tatuajes modernas, las herramientas de las que disponían los tatuadores eran muy limitadas. Los tatuajes se realizaban a mano utilizando herramientas rudimentarias como espinas, huesos afilados o palos puntiagudos. Estas técnicas ancestrales no solo eran dolorosas, sino también extraordinariamente lentas, y requerían de una gran habilidad y paciencia por parte del tatuador. Aun así, dichas técnicas tienen un componente tradicional y ritual que, incluso hoy en día, atrae a mucha gente.
La invención de la máquina de tatuar eléctrica a finales del siglo XIX revolucionó la práctica del tatuaje, permitiendo a los artistas trabajar de manera mucho más eficiente, rápida y precisa.
La primera máquina eléctrica para tatuar fue patentada por el inventor y tatuador estadounidense Samuel O´Reilly en el año 1891.
Ahora bien, aunque él patentó la primera máquina, O´Reilly se basó en un dispositivo creado por Thomas A. Edison en el año 1876, el cual estaba pensado para facilitar y simplificar la labor diaria de los oficinistas.
El dispositivo ideado por Edison, conocido como “Electric Pen”, era una máquina electromagnética rotatoria con forma de bolígrafo conectada a una batería que perforaba el papel para crear una plantilla que permitiera duplicar y copiar varios documentos a la vez.
Un año después, en 1877, el propio Edison realizaría mejoras en su prototipo inicial agregando dos bobinas electromagnéticas localizadas transversalmente al tubo.
Años más tarde, en el año 1891, Samuel O´Reilly comprobó que el dispositivo inventado por Edison podría ser la base de una máquina para tatuar.
Así, O´Reilly modificó ese “bolígrafo eléctrico” añadiendo un depósito para la tinta y ajustando la rotación del dispositivo para adecuarla al proceso de tatuaje, lo que le llevó a obtener, el 8 de diciembre de 1891, la primera patente de una máquina para tatuar.
A partir de ese momento, y a medida que, ya en el siglo XX, los tatuajes empezaron a afianzar su arraigo y aceptación en la sociedad, las máquinas de tatuar siguieron evolucionando a un ritmo imparable que continúa aún en la actualidad.